Control vs confianza es una pelea habitual que se manifiesta en la labor educativa en la etapa de la pubertad. Durante la niñez y adolescencia tu hija no necesita una amiga, sino una madre.
El trabajo de una buena madre es establecer control conductual para que se respeten unas normas básicas. Pero el control conductual no implica controlar la vida de tu hija.
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Desde Padres en la Nube te ofrecemos sencillas guías para que ejerzas un control eficaz sobre la conducta de tu hija. Pero ejercer este control y poner en práctica tus derechos como madre puede resultar un cóctel explosivo si no se definen bien algunos criterios.
En primer lugar es bueno conocer cuáles son los comportamientos típicos de un control desproporcionado. Una buena forma de aprender a distinguirlos es observar la conducta de otras madres ya que te hará más fácil afrontarlos.
Pero para empezar te proponemos una lista de estas conductas de control para que seas capaz de identificarlas. Una madre controladora de su hija:
- Tiene una lista de todos los números de teléfono de sus amistades.
- Le pregunta a cada rato lo que comió o dónde estuvo y con quién.
- Delante de la gente, le pone en ridículo.
- Le recrimina incesantemente con el fin de lograr objetivos personales.
- Se coloca tras la puerta de la habitación para escuchar la conversación de su hija cuando habla por teléfono.
- Impide que vaya sola a comprar ropa, trata de influir en la decisión personal de qué ropa comprar.
- La espía por la calle para saber dónde va.
Malas compañías con amistades regulares.
Desear que tu hija desarrolle una vida plena es un anhelo lógico. Pero la cosa se complica cuando esta pretensión lleva a entrometerse en su esfera vital. Hay aspectos de la vida de una adolescente que solo le conciernen a ella.
Por ejemplo, uno de los quebraderos de cabeza más habituales es la elección de amistades. En la adolescencia tu hija no necesita amigas sino una madre. O sea a ti, que eres la única madre que tiene.
Y si tu hija tiene una amiga que te da mala espina es mejor no inmiscuirse y respetar a la persona con quien mantiene amistad. Si resulta que se equivoca en los criterios que tiene en cuenta, es buena idea que lo haga por sí misma. Equivocarse no es una terrible catástrofe a evitar sea como sea, fallar y acertar son la base del aprendizaje en la vida.
Confía para que confíe.
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Un lado muy patológico del control, aunque más difícil de detectar, es vivir pensando dónde puede andar o si estará bien, cuando sale de casa. Aún sin transmitirle el desasosiego que te causa la incertidumbre acaba reflejándose de alguna manera en vuestra relación. Así es fácil que piense que no tienes confianza en ella y, por ende, le va a costar más establecer ese aspecto de su personalidad.
No intervenir en la elección de sus amistades es un buen signo que va a facilitar la percepción en ella de que confías en su criterio y le das una oportunidad. Una patente falta de confianza en la relación de tu hija por tu parte es verdaderamente corrosiva en el desarrollo de su personalidad y sus capacidades.
Adquirir criterio propio.
Seguro que habitualmente esbozas tu opinión sobre aspectos que ignoras o te responsabilizas para tomar una decisión en nombre de otras personas.
Puede que para ti ser responsable de lo que haces o decidir por otras es fácil. Pero tienes que dejar de hacerlo de forma progresiva y proporcionada.
Así llegará el día en el que ella haya conformado del todo su propio criterio y ya no tengas que decidir qué es lo mejor en cada momento.
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Bibliografía consultada para escribir “Control vs confianza durante la adolescencia”
- Aronson, E. (1999). El animal social. Madrid: Alianza Editorial
- Fierro, A. (1996). Manual de psicología de la personalidad. Barcelona: Paidós