Si te has planteado premiar a tu hijo para su educación estás en el buen camino. La investigación ha demostrado que los adolescentes aprenden mejor en situaciones de refuerzo positivo. Si se plantea una meta clara y se les motiva se obtienen con ellos resultados espectaculares.
En este artículo te damos varios consejos para aplicar estos hallazgos experimentales en tu familia. Una buena estrategia de refuerzo positivo te ayudará con la educación de tu hijo.
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La mente de un adolescente está en formación. Es un explorador de fenómenos sociales. Necesitará de tu ayuda como padre para entender el funcionamiento del mundo y las relaciones interpersonales.
En este contexto lo habitual es reprenderle por sus errores. Con ello, se centra la atención en los aspectos negativos. A la vez se dejan pasar muchas oportunidades para hacer hincapié en los comportamientos positivos, premiando los aprendizajes que logra tu hijo.
Lo que se ha encontrado en las últimas investigaciones es que un adolescente presta atención de forma diferente a un adulto. Su cerebro tiene mayor actividad en las zonas que procesan la recompensa y los acontecimientos novedosos.
Por ello es importante que motives a tu hijo. Estará ávido de nuevos retos y nuevas experiencias. Si eres capaz de vincularlas a su educación, tendrás una buena base de trabajo efectivo como padre.
Si quieres aprender más sobre los premios puedes visitar este artículo sobre la eficacia de los premios para adolescentes.
Los mejores premios en una familia.
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En primer lugar, hay una serie de comportamientos que no se deben reforzar nunca. Suponen responsabilidades asignadas en casa y hay que asumirlas como obligación.
Premiar este tipo de tareas, tales como limpiezas, estudio, asistencia a clase… pueden llevar a confusión. No se debe incentivar su realización puesto que se confundiría su obligatoriedad. Podrían ser percibidas como actividades extraordinarias cuando son esenciales para la vida familiar.
Por otra parte existen una serie de conductas que tu hijo libremente decide realizar y que favorecen la convivencia en el hogar. Esto significa que por un lado el adolescente voluntariamente asume su realización. Y por otro lado son comportamientos que ayudan a la familia.
Este apoyo se puede experimentar de varias formas. Al facilitar un funcionamiento del hogar más apropiado, promover relaciones personales entre los miembros, mejorar el clima familiar… En concreto este tipo de conductas podrían incluir alguno de estos aspectos:
- Responsabilidades sobresalientes: a pesar de ser obligatorias, hay actividades que realiza tu hijo que se pueden evaluar en diferentes grados. Por ejemplo su rendimiento escolar. Es fácil valorar a través de sus notas el resultado de su esfuerzo en clase. Esto es algo a considerar y premiar en función de su capacidad si las calificaciones son sobresalientes. Reforzar positivamente su esfuerzo y premiar a tu hijo hará que aprecie su importancia y valore sus consecuencias.
- Empleo del tiempo libre para actividades cooperativas: imagínate que quieres preparar una receta durante el fin de semana y te has quedado sin ingredientes. Tu hijo está en el sofá disfrutando de su tiempo libre después del estudio. Si le pides que vaya a comprar los ingredientes y accede podrías reforzar esta conducta positivamente. Es un gesto que contribuye al buen clima familiar y que tu hijo decide realizar de forma voluntaria.
Se debe tener en cuenta en estos casos que se trate de tareas que no pertenezcan a las obligaciones asignadas. - Ayudar a otras personas: en este apartado se incluyen las actividades que de forma desinteresada fomentan la ayuda entre familiares. Echar una mano con los estudios a un hermano, realizar las obligaciones de otros que no pueden asumirlas puntualmente, ayudar en tareas extraordinarias de la casa… Todas ellas son conductas que inciden en las relaciones positivas entre los miembros de la familia.
- Actividades que fomenten la salud: parece que en nuestra sociedad el deporte ha pasado a un segundo plano. La OMS advierte de que la falta de deporte y el sedentarismo durante la adolescencia se está convirtiendo en uno de los problemas de salud más importantes de nuestro tiempo. Incluso la asignatura de Educación Física que se imparte hoy en día en nuestros colegios se puede aprobar sin haber realizado ningún tipo de ejercicio físico durante el curso. Considera la práctica deportiva y mantener una dieta adecuada como dos vías para premiar a tu hijo.
- Resolución de conflictos y manejo de emociones: un aspecto fundamental a explorar durante la adolescencia es la relación con nuevos grupos y personas. Esto es algo que ocasionará a tu hijo conflictos y problemas asociados. Por ello debe madurar sus habilidades interpersonales y de gestión de emociones. Es muy positivo que como padre evalúes sus capacidades y consideres premiar a tu hijo cuando demuestre un buen desempeño.
- Refuerzo pasivo: este punto recoge un aspecto que a veces no se valora de forma natural. Considerando dos aspectos: que hayas establecido un sistema de normas con sanciones asociadas en tu hogar; y que supervises su cumplimiento. El refuerzo positivo pasivo se basa en que la ausencia de castigos implica el cumplimiento de las normas. Y esto también es susceptible de ser reforzado. Lo más habitual para poner en marcha el sistema es establecer un periodo de tiempo límite. Si durante este periodo no se han producido sanciones de una cierta gravedad o incumplimientos de las normas se considera que debes premiar a tu hijo. Por ejemplo, imagina que tu hijo es muy desordenado. Si se da el caso que cumple una semana con su habitación en orden, podrías plantearte otorgarle una recompensa por ello.
Bibliografía consultada para escribir “Premiar a tu hijo adolescente”
- Davidow, J. Y., Foerde, K., Galván, A., & Shohamy, D. (2016). An Upside to Reward Sensitivity: The Hippocampus Supports Enhanced Reinforcement Learning in Adolescence. Neuron, 92(1), 93-99.
- Biglan, A., Henderson, J., Humphrey, D., Yasui, M., Whisman, R., Black, C., & James, L. (1995). Mobilising positive reinforcement to reduce youth access to tobacco. Tobacco Control, 4(1), 42.